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El doble de Ludovico - Por Ludovico Silva


El título de este artículo es sintomático de un estado de espíritu. Estoy bajo el impacto del libro de Gabriel Jiménez Emán "Narración del doble". No sé por qué me ha parecido que ese doble de que habla el poeta soy yo mismo. Tal vez ese sea el destino de los poetas: llegar parecerse a sus lectores, como quería Baudelaire.

Mi semejante, mi hermano”. Yo no puedo escribir una crítica literaria sobre este libro de Gabriel. Entre otras cosas, porque abandoné hace años la crítica literaria., que ejercí con frecuencia. Tan sólo puedo testimoniar mi aluvión de tristezas y alegrías que me produjeron la lectura de Narración del doble. Uno puede comenzar por preguntarse ¿quién habla en este libro? ¿Es el poeta o es un personaje, una máscara que él se ha puesto para hablar? Yo no sabría  decirlo. Siento que ha dos personajes que afloran por todos lados como una especie de binomio, pero que representan una unidad dialéctica. Dialéctica digo porque hay un diálogo constante entre los dos personajes que integran este libro. Por cierto, en su prólogo, Jiménez Emán evita hablar de “coherencia” en su “libro”. Pero yo encuentro que hay una perfecta coherencia. En uno de los primeros poemas dice, por ejemplo: “Llegó mi amigo abriéndome los brazos. Me pareció que andaba muy extraño, pero viéndolo bien era yo mismo.” Este desdoblamiento es característico de la poesía moderna, la que se inicia con Baudelaire. El famoso “Yo es otro” de Rimbaud es el paradigma. El poeta se siente desligado de algo que podría ser su “esencia” y que está desligado de su “existencia”, para decirlo en términos caros a los filósofos. Pero la cuestión va más allá de la filosofía, o al menos de cierta filosofía. La cuestión está planteada en el simple término de la existencia humana del poeta.

¿Qué es un poeta hoy en día? ¿Qué es Gabriel Jiménez Emán? Se trata de un ser distorsionado por la realidad. Un hombre que puede decir como Keats: “The World is too brutal to me”, el mundo es demasiado brutal para mí. Las sociedades en general, salvo muy pocas excepciones, nunca han sabido lo que tienen cuando tienen a los poetas. Los poetas son, como decía Baudelaire, “la tajada del Estado”, eso de que se valen los estadistas para decir que han hecho una gran obra después de que el poeta se ha muerto. Igual nos irá a pasar a todos los que hacemos poesía en la hora presente. Con el agravante de que vivimos en una sociedad capitalista subdesarrollada que tiene un profundo desprecio por los intelectuales y los poetas.


Por eso un libro como Narración del doble de Gabriel Jiménez Emán está expuesto al desprecio del público. En una sociedad de mercaderes ¿qué interesa saber que un poeta tiene su doble y que se manifiesta en prosas poéticas? Yo comprendo un poco la falta de crítica literaria en nuestro país. ¿Para qué hablar de libros, si nadie los lee? Se leen los libros sobre acontecimientos políticos, sobre tal o cual personaje, sobre tal o cual intriga, sobre tal o cual proceso judicial, pero ¿los libros de literatura pura? Esos no se leen. Aparte, por supuesto, de que están mal promocionados y distribuidos. Los escritores del subdesarrollo tenemos que habituarnos también a una distribución subdesarrollada de nuestros libros. Sé de libros de autores venezolanos –entre los cuales me cuento yo mismo— que si hubieran sido escritos y publicados en Francia tendrían un gran nivel de aceptación. Las tesis de Althusser, en Francia, no tienen más originalidad que las que se hacen en América Latina, y eso lo ha dicho un belga como Ernest Mandel, quien es a mi juicio el economista marxista más lúcido que existe, el único que ha comprobado con ejemplos históricos la ley del valor, que ha sido tan cuestionada.

Decía que este no es un artículo de crítica, sino de evocación. Es curioso como yo conocí a Gabriel. Estaba yo en la barra del “Viejo Molino”, en el peligroso Triángulo de las Bermudas, hace ya unos cuantos años, y de repente vi entrar a un tipo que me pareció raro. Inmediatamente me dije: “Ese es Gabriel”. Yo acababa de escribir un artículo sobre su libro Los dientes de Raquel, de 1973. El individuo, como un sonámbulo, se me aproximó y me dijo: “Tú eres Ludovico, ¿no es verdad?" Yo le respondí: “Y tú eres Gabriel”. Desde ese momento se constituyó una amistad entrañable. Por eso digo que yo soy el otro yo de Gabriel, porque nos conocimos en esa circunstancia, sin previo conocimiento el uno del otro.

Después de eso, hemos coincidido en diversos puntos de vista. En el libro de Gabriel me hace el honor de citarme después de Jorge Luis Borges, quien decía: “La prosa convive con el verso, acaso para la imaginación son ambas iguales”. La cita mía dice algo que me permitiré transcribir porque dice mucho del arte poética de Jiménez Emán:
“La prosa fue en sus comienzos una poesía de vanguardia, una especie de adelantada con respecto al verso, al cual liberó de los escasos esquemas tradicionales. Es lo que se suele olvidar cuando se invoca tan a menudo las manualescas distinciones entre poesía y prosa. La verdadera diferencia, a mi juicio, debe hacerse entre pensamiento poético y pensamiento discursivo.”

Esto último es decisivo para los prosopoemas de Gabriel. En ellos no hay pensamiento discursivo, sino tan sólo pensamiento poético. Por eso se puede hablar de poemas, de poesía. En alguna parte de sus poemas en prosa he encontrado ecos de Heráclito. Por ejemplo, en el poema “La caída”, donde al final dice: “Esperé mi retorno al círculo, pero está derrumbado; me aferro a ese derrumbamiento, soy él, soy mi propia caída”. Esto es puramente heracliteano.

El filósofo de Éfeso no concebía la circularidad del fuego como un universo finito y acabado en si mismo; por el contrario, preveía zonas de “tormentas”. Y Heráclito era un hombre de los nuevos tiempos, de los que le daban importancia a la aparición de la moneda en Lidia, Asia Menor, hacia el 650 antes de Cristo. En los poetas se transmiten los mensajes a través de las edades, y yo quiero oír a Heráclito en Jiménez Emán.

En lo que respecta al poema en prosa, ya he escrito en otras partes mi parecer: no hay tal distinción entre poesía y prosa. Si a ver vamos, en sus orígenes medievales, la prosa fue revolucionaria respecto del verso. Este es un problema que he estudiado en alguno de mis libros. Es un problema de mucha importancia para los poetas venezolanos, “dada su inclinación al poema en prosa”, como ha dicho Rafael Cadenas. Yo, personalmente, como poeta, prefiero el verso, y a veces el verso rimado, pero esa es una cuestión puramente personal. Lo cierto es que los poemas de Jiménez Emán me resultan conmovedores, por su profundidad filosófica –aunque ésta no haya sido su intención– y también por su profundidad lírica. Es difícil encontrar entre nuestros poetas “en prosa” una intensidad lírica tan perdurable. Jiménez Emán habla en un lenguaje tan descarnadamente poético que se hace difícil calificarlo. Más bien habría que adoptar otra actitud: admirable. O mirarlo simplemente, como decían los latinos, porque para ellos mirar era admirar. Era admirar en el miraculum. Yo soy el otro de Jiménez Emán. Yo miro la vida a través de él y él la vida a través mío. Eso es lo que deben hacer los poetas.

© Gabriel Jiménez Emán, 2019 | Edición y montaje: Ennio Tucci | Diseño base: Templateism (© 2014)

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