Blog

Poema: El mar


En las retinas de La Guaira
Duerme el cangrejo
Arropado de olas y arena
Duerme la sirena cantando entre las rocas
El sol las funde y las convierte en viento

En el alma de Puerto Cabello
Los marineros fuman pipas
Y arrojan el humo al cielo
Pescan navajas en los arrecifes
Bucean langostas como carnadas
Para alimentar la esperanza

En las pupilas de Paraguaná
Las ostras se mueven en los manglares
Buscando labios de mujer
Las gaviotas zambullen su pico
En el mar de los tormentos
Y los alcatraces queman sus ojos
En el choque con lo azul

Por las venas de Macuto
Corre un río de almendrones y uvas de playa
En cuya ribera se sienta Reverón
Tras las cercas de los balnearios
Los viejos hallan ilusiones perdidas
Y las mujeres solas vuelven a nacer

En los muelles de Puerto La Cruz
La eternidad va por los malecones
Sin brújula
Con un dulce golpe en la cabeza
Se asoma a ver los crepúsculos
Y a contar las arenas del mar

En las bahías de Juan Griego
Los niños chapotean en las olas
Con el Paraíso
Comen carne de pescado
Adobada de cielo
Y llevan tatuajes de amor en la frente

En la soledad de Chichiriviche
Se hunden las penas como globos reventados
En medio de las barcas quietas
Sentadas en el agua
En cuyo fondo
Los pulpos quieren abrazar su pasado

En el frenesí de Playa Colorada
Una palmera organiza un congreso de pájaros
Y un viejo lobo de mar
Invita a una fiesta sexual
En horas de la madrugada
Piernas y nalgas senos y cabelleras bocas y más bocas
Se vislumbran en las fogatas
Para ser poseídas

En las arenas sumergidas de Adícora
Las tortugas comen futuro
En islas desoladas
Y los paseantes montan en veleros
Que van al horizonte
Alhajas brillan en los fondos turquesa
De los estanques y las perlas se esconden
Para siempre

En los ojos de los Puertos del Mundo
Hay ángeles vigilantes
Que cambian un sueño por un pez espada
Sus alas huelen a sargazo
Y de sus piernas cuelgan manojos de algas
Que flotan luego en la superficie
De las lagunas
Son los ángeles que cuidan los abismos

En las profundidades remotas
Hay ojos de animales ciegos
Que desean nadar hacia el fondo de sus vidas
En el alma del mar
En las pupilas del océano
Un dios tranquilo vigila la tierra
Para que no se caiga

© Gabriel Jiménez Emán, 2019 | Edición y montaje: Ennio Tucci | Diseño base: Templateism (© 2014)

Con la tecnología de Blogger.