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Existir como un gran deseo - Por Ramón Palomares



De variadas, ricas, intensas experiencias se alimenta esta poesía expresada en lenguaje desbordante y alegre: El escritor apasionado por el placer de su escritura y su espíritu joven se reflejan y embriagan asumiendo la sabiduría del gran maestro del simbolismo y nos regala ese telar inmenso que es el grabado de su acontecer resuelto en hermosos poemas.

Tantos años atrás, sonriendo, con ojos chispeantes y voz recia, Gabriel, entre los muchos jóvenes de entonces aquí en Mérida, recorría los pasillos de la vieja casona de la Facultad de Humanidades (en la Universidad de Los Andes pregonando con la prestancia de su inteligencia su decisiva inclinación por las Humanidades y las Letras), y celebrando a todo dar haber dejado atrás su pretendida vocación de médico. Se dedicó por entonces junto a sus compañeros y amigos, entre los cuales destacaban maestros como Salvador Garmendia y Carlos Contramaestre, al trabajo editorial, creando así revistas y publicaciones que dan extraordinaria muestra del quehacer de aquellos poetas —sus compañeros— como de su propio entusiasmo y esfuerzo creador; entonces su escritura se manifestaba con segura y fuerte inclinación por la narración breve que cultivara exitosamente en una amplia extensión de su obra, sin embargo tras esa condición avasallante de sus narraciones dejaba entrever que los versos mantenían con su sensibilidad una familiaridad consanguínea .

Y es por eso que me veo escribiendo ahora estas parcas líneas al amigo que aparece ante el umbral después de tantos años hecho un gran árbol recio y opulento, enredado en el destello de una sensibilidad rica y múltiple, sacudiéndose entre imágenes que atienden a las vivencias más diversas, de invención y lenguaje nada frecuentes. Insurgía así cantando “a mi locura que me azota a diario desde el nacimiento del sol”, como lo dice a las puertas mismas de sus primeros encuentros con el fantasma del poeta, puertas del año 1973, que son las mismas puertas del conjunto que forman estos libros (libros en un Libro de Vida, en la propiedad que surge del continuo de su conciencia). Textos que de ninguna manera reflejan una actitud confesional, sino muy de otro modo resaltan su vocación estética —creativa— vecina por demás a los espacios de la alegría, el humor y la condición lúdica.

Por aquellos años no tardaría Jiménez Emán en convencerse de que sus estudios académicos no lo atraían como esperaba y que su dedicación al trabajo intelectual en una más directa experiencia con la Literatura y el Arte —viajes, entrevistas con autores , y su trabajo mismo en revistas y diarios, charlas y conferencias— así como la intensa bohemia que se vivía en Caracas entre sus camaradas y amigos— le resultarían más generoso y fructífero; así que se hizo al firme propósito de emprender por sí mismo el cultivo de un excelente bagaje cultural, de una manera plena y conveniente.

Esta poesía que ahora nos ofrece tiene sus preámbulos que aportan una base bien definida para su mejor aproximación; por ejemplo, su primer libro Narración del Doble, poemas en prosa (1973–1978), se afirma en los maestros franceses e insurge en el campo de Baudelaire, Lautreámont, Mallarmé y los surrealistas —con algunos rasgos nerudianos, agregaría yo— , y por otra parte, amparado igualmente en Borges y nuestro Ludovico Silva, afirma su posición en los textos de comienzos, manifestando en ellos que ignora la Poesía como género y la sitúa en un espacio mayor, como vida, como “sustancia madre de las cosas” y con esta expresión nos manifiesta su inconformidad con la idea del poema tradicional y el verso en su sentido más habitual; así en ese primer poemario se muestra todavía muy cercano a sus narraciones breves, en la búsqueda de una Poesía mas desnuda y vital, formas e ideas del poema en prosa extensamente difundidas durante el siglo veinte.

Baladas y rapsodias

“Estas Baladas Profanas están congregadas bajo esa voluntad donde la música busca engendrar en el Yo indivisible una voz compartida, una voz compuesta por los interminables ecos del mundo.”
G.J.E.
Tal vez sean las baladas y las rapsodias (Baladas Profanas 1982—1992 y Rapsodias Urbanas 1980—2004) los hitos mayores del conjunto, pues en relación a los demás poemarios aquí presentados, y sin que ello demerite en absoluto el resto del conjunto, se advierte en ellos una condición extraordinaria: la severidad y el juego, la fuerza de las expresiones y el propio ritmo que ganan las imágenes, sus combinaciones; todo confiere a dichos textos una creatividad máxima, a tono con la secuencia vital que refleja con energía para comunicarnos el sentido de sus vivencias en ese continuo de que nos hace partícipes; el sesgo que atribuye a cada poemario es diferente porque la edad y su acontecer se reflejan de manera determinante en los textos y su captación se diversifica en la medida en que esa metamorfosis incontenible va rehaciéndose. El poeta del comienzo se renueva; se renueva y desaparece en los poemas del hombre que se reafirma en su aspiración a un perfil mejor definido y en una acción más permanente.

Podría estimarse en este espejismo la figuración de una historia que discurre en secuencia con sus propias vivencias, y que asume su vitalidad en la constante de ampliar e intensificar su ser interior para resolverse en saber, un saber crearse y recrearse como sentimiento y sensualidad a punto de exceso, clima que fortalece su intensidad, y es propio destacar esa manera sinuosa en que su discurso nos conduce y que igualmente caracteriza su imaginación turbulenta, que agita las frases dándoles ritmo y movimiento impresionantes:

“Licores de todos los nombres vosotros me habéis dado de puntapiés en la conciencia / Me habéis castigado duro con vuestro terrible alcohol / Me habéis hundido en gloriosas pesadillas y hecho delirar al borde del viaje”

Viaje que asumen, que implican estos libros de auténtica poesía y que recorren la vida del autor, su concepción de la existencia y el ámbito sobresaliente de sus experiencias; su sentido vivencial expresado con autenticidad y revisión profunda del ser, con elevada imaginación y el sentido de exceso y humor, como si muchas veces su actitud apuntara en una perspectiva rabelesiana, con su desbordante sensualidad a punto de estallido y su deseo de abarcarlo todo para asir la vida, ser ella, aferrarse a ella en cada experiencia y cada sueño y magnificar así ese apetito, esa ansiedad por exprimir en todo lo posible el breve tiempo de existir, como si al final fuese a decir tras contemplarse en vida plena que ha madurado su conciencia en pequeñas— grandes catástrofes, tempestades y victorias, y desde ya nos formula una invitación a visitarlo aquí en sus versos, donde se dan la mano todos los poetas que su delirio ha recreado, desde aquel que otros días cantaba su locura con el nacimiento del sol, hasta el que la recoge entre dudas y sombras en la noche de las visiones.

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