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Habitar en el limbo - Entrevista Por Ricardo Romero Romero



–¿La ciencia ficción sigue siendo “la cenicienta” en la literatura?

–Cuando la ciencia ficción aparece en el escenario del siglo XX en los años cincuenta en Europa y Estados Unidos, –aunque sabemos que tiene sus antecedentes en los utopistas del Renacimiento y en Cyrano de Bergerac– proviene de las historias orales de la literatura popular, de los comics, de las historietas, de las historias de ovnis en los periódicos, la televisión y la radio, de los platillos voladores, pero al comienzo no era tomada en cuenta como literatura seria, como literatura importante del canon occidental. Después poco a poco fue aceptada como literatura seria debido a su asociación con el cine fantástico de esos años, cuando se hicieron más visibles autores como Julio Verne y H.G Wells, los padres de la criatura cuyas obras fueron todas llevadas al cine. Después de ellos el género fue imparable. Luego comenzó a surgir otro tipo de ciencia ficción basada en las utopías, como es el caso Aldous Huxley, hasta que por fin llegó George Orwell y la consagró con una obra genial de utopía negativa, 1984, al cual se sumaron otros autores, y entonces eso fue imparable. Hay también el tipo de ciencia ficción que pudiéramos llamar de criaturas o androides, como son los casos de Mary Shelley con su Frankenstein, de Robert Louis Stevenson con Míster Hyde y de Meyrink con el Golem, donde los dilemas son más humanos, más filosóficos si se quiere. Pero la ciencia ficción es el único género de la literatura que le pertenece por completo al siglo XX; los demás ya eran modalidades o formas que ya existían como tales, pero la ciencia ficción propiamente dicha le pertenece al siglo xx por derecho propio, es de ese siglo porque se casó con la ciencia y con el auge tecnológico de esa época, con una especie de positivismo al revés, y entonces ya no puede ser considerada una cenicienta. 

–¿Te sientes más cómodo narrando en los predios de la literatura de anticipación?

–La verdad es que me siento más libre en la literatura fantástica pura, por así decirlo, porque la literatura de anticipación requiere de una investigación previa, requiere de una crítica muy profunda de la política, de la ideología y de la ciencia; de modo que es muy difícil innovar dentro de la literatura de anticipación si no te apropias de un mundo y lo desarrollas, le das tu toque personal a ese mundo, porque es muy difícil innovar después de Wells, de Orwell y Verne. Después surgieron autores en la ciencia ficción de países como Cuba, Ecuador, Colombia o Venezuela, y en países de Europa como Polonia, Austria o Suiza, que aportaron al género otros rasgos, también importantes.

–¿Cuáles son tus protocolos a la hora de escribir ciencia ficción y literatura fantástica?

–Primero, hay que separar el concepto particular del concepto general de lo que es o puede ser literatura fantástica, que es un concepto grande, amplio, derivado de la imaginación romántica, es un concepto extraordinario que privilegia a la imaginación en todas sus formas, donde caben el terror, la pasión, los fantasmas, el doble, pero sobre todo el juego con la alteridad, con el miedo, con lo desconocido. Por eso es tan apasionante la literatura fantástica, porque te pone frente a los dilemas de la otredad, del inconsciente, se separa de la literatura realista y abre otras posibilidades combinatorias para la sensibilidad y el espíritu, que van más allá de lo visible, de lo tangible. Entonces la ciencia ficción vendría a ser otra rama de la literatura fantástica, por así decirlo.

–¿Cómo abordar las llamadas Narrativas Transmediáticas, los metarrelatos y la posverdad en la creación literaria actual?

–Esos son conceptos que surgen principalmente de la teoría académica de las comunicaciones en las universidades, y de otros surgidos en el seno periodismo literario, muchos de ellos válidos en el momento de ponderar los fenómenos a través de los cuales se transmiten los mensajes de la literatura de imaginación, principalmente porque los mismos medios toman parte de ese constructo literario y estético, como es el caso de la televisión, el cine y las redes sociales, el internet y los dispositivos digitales como teléfonos, ordenadores o tablets, que forman parte de la robotización posmoderna de la mente humana.

–Conociendo lo prolífico de tu obra, da la impresión que siempre estás escribiendo y que no se agota tu pluma. ¿Alguna vez te has encontrado con el muro blanco?

–Lo que ocurre es que soy muy apasionado de lo que hago, me entusiasmo mucho con mis proyectos; pienso mucho en lo que voy a hacer, y luego que comienzo a realizarlo soy indetenible. Yo he estado muy pendiente del futuro, de lo que nos espera, a partir de mi novela Averno en el 2006, cuando nuestros países latinoamericanos son acechados fuertemente por fuerzas arrogantes, destructivas, que pretenden sustituir nuestra cultura popular, ancestral o tradicional por una serie de conceptos prestados de otras tradiciones, ajenas, extrañas a nosotros.

–¿Cómo usar la literatura para enfrentar el reto de las nueves redes sociales, la tecnología y la Big Data?

–La literatura se defiende sola porque la literatura debe ejercerse libremente, y cuando esto ocurre ella misma se encarga de deconstruir la realidad, es decir, la desarma y la vuelve armar, la presenta en sus variables más ricas y dinámicas, porque la realidad es cambiante, la realidad no se deja atrapar por un solo tipo de visión o por una postura o una teoría determinada. Tú ves cómo, por ejemplo, algunos medios pretenden manipular la realidad para sus propios intereses, haciendo un periodismo ideológico que responde a las ideas de sus propietarios, y entonces construyen realidades virtuales o posverdades, y entonces ahí llega la literatura y los pone en su sitio, les reclama que su visión es informar, no tergiversar. En todo caso, la literatura debe aprovechar ciertos espacios que le brinda la tecnología para emitir desde ahí sus mensajes, aun con todas las desventajas que ello pudiera comportar.

–¿Podemos decir que existe hoy una posliteratura y por lo tanto una poslectura?

–No creo, porque serian conceptos tirados de los cabellos, conceptos rebuscados que más que aclarar las cosas, nos sumen en una serie de especulaciones lingüísticas que no nos conducen a ninguna parte, nos llevan sólo a modas, a tendencias pasajeras.

–¿Te parece que estos tiempos favorecen de manera indefectible el género de la ficción mínima o mejor llamada microficción?

–Sí, la minificción tiene mucha cabida ahora en los medios porque es una forma sintetizada entre el relato y el aforismo, entre la anécdota y el concepto, entre la ironía y el desparpajo. Antes la gente lo veía como un género fácil, cómodo, pero es más bien un género muy rico, híbrido, que toma elementos de la crónica, del periodismo, del cuento, del chiste, de la noticia, de la oralidad y de la picardía popular también, para tejer sus argumentos, y se adapta muy bien a los nuevos formatos electrónicos para esparcirse, para difundirse, y eso hay que aprovecharlo porque son medios rápidos, veloces. Lo cual desde luego no significa necesariamente que sean efectivos o válidos artísticamente, pero al menos ofrecen un menú distinto al del periodismo craso, al del periodismo noticioso o elemental.

–Sabiendo que eres un lector voraz, pero a la vez un empedernido cinéfilo, retomando un viejo debate… ¿Una imagen dice más que mis palabras?

–No. Una imagen no vale más que mil palabras, eso es un reduccionismo espantoso, una simplificación absurda. Una imagen es una imagen y tiene sus propios códigos de percepción y sus contextos de interpretación; en cambio la palabra tiene rasgos distintos a los de la imagen visual porque ella se encuentra cifrada en la escritura, está cifrada en un lenguaje previo que la antecede; por esa razón no podemos estar comparando a la palabra con una imagen visual directa, ni mucho menos con una imagen fotográfica o cinematográfica, que también viene cifrada por una tradición cultural. Yo creo más bien que lo visual y lo escrito se complementan en el cine, por ejemplo, donde se conjugan, porque el del cine es un lenguaje muy complejo y muy importante hoy día.

–¿Hay literatura que no hace crítica social? ¿Hay literatura que no refleje la realidad social?

–Lo que ocurre es que estos reflejos no son nunca directos en literatura. La literatura no puede ser directa porque sencillamente la objetividad total no existe; todo se encuentra en la mente del lector o en la mente del escritor, y entre ellos hay una comunicación privada o secreta que se establece en el momento de la lectura, dentro de la sensibilidad y la percepción de cada uno, que requiere de tiempo y de meditación. La literatura debería hacer meditar y reflexionar sobre lo que somos; tú tienes por ejemplo a grandes novelistas franceses como Balzac, Proust y Flaubert, que son los novelistas más grandes de su tiempo porque pintaron no solamente a la sociedad francesa, sino a la condición humana, mental, psíquica de su tiempo, con sus prejuicios, sus defectos, sus vicios, sus injusticias y sus esplendores y espantos; de modo que nada es tan real como parece, y ese es el papel de la literatura, del de revelar los espacios ignorados del ser humano y del ser social que otras disciplinas te niegan u ocultan.

–¿Los actuales formatos digitales atentan contra las novelas de larga extensión? ¿Cuál sería el reto de los nuevos narradores hoy? ¿Qué deben hacer los narradores “veteranos” ante el actual desafío de las nuevas tecnologías?

–Creo que no nos debemos preocupar mucho por esto en el momento de escribir. La escritura es como una marea mental, como una tendencia del intelecto o del espíritu que se libera de tu cuerpo y va a dar a la página escrita, ya sea en formato de papel o en formato electrónico, lo mismo da. El formato libro que tanto veneramos ya está cediendo un poco su paternidad, lo cual no es ni bueno ni malo, son dos opciones distintas para captar el mensaje de la obra; entonces la obra ya no es el libro con tapas y papel, la obra es su significado, lo que dice al lector en última instancia, y modifica parte de su ser, lo coloca frente a una realidad distinta. De modo que plantearse una guerra a muerte entre los formatos impresos o electrónicos para vaciar o percibir la obra es algo absurdo, creo yo, es algo que no nos conduce a ninguna parte.

– “Tenía dos opciones en ese momento: o se quedaba dormido para siempre o despertaba de una buena vez. Decidió lo segundo, abrió los ojos, apareció de nuevo el mundo y por eso estamos aquí”. ¿Ese final parece indicar que vamos a tener una continuación de Averno y Limbo? ¿Será una trilogía? ¿Ya está listo el tercer manuscrito de esa saga?

–Sí, estuve pensando un tiempo en escribir otra novela para completar la trilogía, pero luego me embarqué en otros proyectos y pospuse éste, pero algún día lo retomo. No me ha sido fácil elegir los temas y construir los personajes en este momento, porque la realidad va muy rápido ahora y las cosas cambian a una velocidad enorme, por lo cual he modificado varias veces los planes de la obra, pero confío en que algún día de estos lo voy a retomar; aunque a veces miro a mi alrededor y noto que ya estamos inmersos en un mundo de ciencia ficción que no vale la pena novelar, justamente porque vivimos sumergido en él, que ya el futuro nos alcanzó y no tenemos escapatoria.

–Otro viejo debate: Jiménez Emán es narrador, ensayista y poeta. Para muchos de nosotros es obvio catalogarte de narrador ante todo. ¿Es cierto que el narrador siempre querrá ser un poeta incluso narrando?

–Sí, estoy de acuerdo con lo que dices, uno es un poeta aunque no lo desee o no publique poesía todo el tiempo; pues si perdemos el horizonte de la poesía, no estamos haciendo nada en materia literaria y humana. La poesía es lo que nos mueve, es lo que nos da esperanza; la poesía no es escribir libros de versos o rimar sonetos solamente, la poesía es la estética y la filosofía que subyace en el espíritu de todo creador, de modo que estoy de acuerdo contigo, sin poesía no valemos nada, no somos nada. 

–¿Cuáles son los últimos tres libros que has leído? Un comentario acerca de ellos.

–He estado releyendo a Federico Nietzsche, en Más allá del bien y del mal y estoy maravillado otra vez con ese libro por las duras verdades que dice acerca de la moral, la filosofía y la religión, de los prejuicios que hemos enfrentado por siglos en el momento de percibirnos como seres pensantes; es una obra que tiene mucha frescura en la escritura y dice las cosas con mucha osadía y claridad, y creo que bien se merece tenerlo como una filosofía para el futuro una vez más; es un libro muy vigente hoy. Otro libro que estuve leyendo el mes pasado fue Eureka de Edgar Allan Poe, un libro extraordinario porque es una mezcla de filosofía con esoterismo y ciencia, de religión y estética y sobre todo con metafísica; la verdad es que me interesa cada vez más la metafísica, y he estado muy volcado a leer escritores donde la metafísica está presente de cualquier modo, como es el caso de César Vallejo, y de un poeta de aquí de Coro como Elías David Curiel. Eureka fue el último libro que escribió Poe, quien es el primer gran poeta metafísico de Estados Unidos, un poeta que escribía cuentos de horror y cuentos sublimes rodeados de muerte, y extraordinarios ensayos. También otra escritora que me gusta es Mary Shelley, sobre la cual acabo de escribir un estudio sobre Frankenstein para mi editorial con motivo de los 200 años de esta obra, y ahora me estoy leyendo sus Cuentos góticos que son soberbios, y son anteriores a Poe. Creo que la importancia de Mary Shelley es innegable, es la gran escritora del romanticismo inglés, la fundadora de la ciencia ficción y una gran ensayista, editora, amante feminista y filósofa.

–¿Para qué necesitamos la literatura hoy? ¿Tiene futuro la literatura tal y como la conocemos hoy? ¿Si desaparece la literatura desaparece el ser humano?

–La literatura es en muchos sentidos la garante de la memoria sensible e intelectual de la humanidad, a su manera. Si no hay literatura no tenemos donde cotejarnos, donde vernos, donde hablar con nosotros mismos a través de otros, de nuestros prójimos y semejantes, donde valorar lo que hacemos en pro de los demás. La literatura es el pan de la verdad, de lo sublime y de lo terrible, de lo que nos subleva en esta vida; no es un simple adorno intelectual, una cosa de “autores”, sino algo esencial para mí. Si desaparece la literatura entonces ya no podremos dialogar con nadie, y mucho menos con nosotros mismos. Las posibilidades de la palabra escrita son sencillamente infinitas.

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© Gabriel Jiménez Emán, 2019 | Edición y montaje: Ennio Tucci | Diseño base: Templateism (© 2014)

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